LA COMPLEJA SITUACION DE LA GANADERIA ARGENTINA
26/4/11- Por estos días se está hablando de una tendencia que parece afirmarse en nuestro país: una lenta pero sostenida expansión de la ganadería. En un contexto marcado por la reducción histórica del stock, los actores que han quedado en pie tratan de acomodarse para aprovechar valores también históricos. Mundocampo consideró oportuno consultar a uno de los analistas más claros del universo ganadero nacional: Ignacio Iriarte.
¿Cuál considera usted que es el aspecto más sobresaliente de nuestra actualidad ganadera?
-Lo más distintivo de lo que está sucediendo es el derrumbe extraordinario en la oferta de carne aún exportando muy poco. Hemos pasado un límite que jamás imaginamos: este año quizá no llegamos a exportar ni doscientas cincuenta mil cabezas; eso es la tercera parte de lo que exportamos hace dos años. Aún con esa exportación tan reducida, la carne disponible no alcanza para comer más de cincuenta y dos kilos por habitante por año. Esto va a quedar así por mucho tiempo; el daño que se le ha hecho al stock es superior a lo que pensábamos: en cuatro años hemos perdido doce millones de cabezas. Cuesta mucho entender todo esto que, por otra parte, no tiene antecedentes. Así que, con una exportación que ha caído a niveles históricos y un consumo que no puede pasar de los cincuenta y dos kilos, hay un panorama en el que -por varios años- el precio de la hacienda va a ser necesariamente bueno o muy bueno.
En ese panorama parece haber un entusiasmo creciente en el sector, una tendencia a la vuelta a los rodeos…
-El protagonista principal de eso es aquel que salvó una proporción importante de sus vacas por tener espaldas financieras o por estar en zonas donde la seca no pegó tan fuerte. Donde el retorno a la actividad parece muy difícil es en los productores chicos o los productores que perdieron una parte sustancial de sus rodeos. No olvidemos que hay muchas zonas donde el productor ha perdido entre un 20% y un 50% de sus vacas; ese ganadero es muy difícil que vuelva porque tiene que hacer un esfuerzo enorme.
¿Cómo va la evolución de stock? ¿Volveremos a recuperarlo alguna vez?
-Nosotros pensamos que este año, en el segundo semestre, va a haber un aumento pero vamos a tardar entre siete y diez años en tener el stock que teníamos hace cuatro. Esto es como decir que dentro de diez años vamos a estar catorce atrasados. Como la población humana sigue creciendo, la impresión que tenemos es que la relación entre población humana y stock ganadero se ha perdido casi irremediablemente. Hace veinticinco o treinta años había dos vacunos largos por habitante; hoy esa relación se va acercando peligrosamente al uno a uno.
¿Ese consumo perdido de carne vacuna se refleja en un cambio de hábito? ¿Se comen otras carnes?
-No; es tan enorme lo que se dejó de comer de carne vacuna que lo podemos calcular entre doce y dieciocho kilos según cómo se lo mida. El año pasado el aumento en el pollo fue de un poco más de tres kilos y en la carne fresca de cerdo se dio un aumento de poco más de un kilo. Hay un consumo mayor de harinas, con lo cual yo diría que hay una pérdida muy fuerte en la calidad alimentaria de los argentinos.
Esto en cuanto a la situación interna. ¿Qué nos puede decir del contexto internacional?
-Nosotros estamos fuera del mundo porque nuestras cotizaciones internas no pueden acompañar a los precios internacionales. Estamos exportando mucho menos porque no somos competitivos a nivel internacional. El frigorífico exportador que se salva es aquel que logra vender la mayor parte de las reses en el mercado interno; nuestros valores en dólares son altísimos, los más altos de la historia, y eso explica porqué varios frigoríficos exportadores no están peor, bueno, es porque le venden a un mercado de menor exigencia, de menores gastos, sin frío, sin fletes, sin mano de obra y sin el 15% de retenciones que significa exportar. El panorama del mercado internacional es muy favorable pero está con el problema grave de que no hay oferta. A nivel internacional los precios han ido subiendo consistentemente en los últimos dos años pero, yo diría que han crecido mucho más rápido los precios de ganado en dólares en Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay. Hoy la carne está en el Mercosur; los precios internacionales han subido mucho pero no han podido seguir el ritmo de la suba interna de las cotizaciones en los países del Mercosur que representan el 40% del mercado internacional de la carne y pensamos que en pocos años más va a significar el 60%. Esto es excluyente: la carne que se va a exportar va a salir de acá. Pero se presenta un fenómeno especialmente en Brasil y también en Uruguay: son economías que crecen igual o más que la nuestra y donde hay un aumento enorme del consumo, entonces, tienen menos saldos exportables y, como son países con una larga tradición de consumo de carne, esto está llevando a que el comercio internacional de carnes, desde hace varios años, se encuentre estabilizado, no crece. Además, en los países del Mercosur, hay un aumento descomunal de los precios de la hacienda en pie que hace que sea mejor negocio vender en el mercado interno que exportar.
Con ese panorama, ¿qué rol le cabe a organismos como el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA)?
-Un papel difícil. En el IPCVA la idea básica de quienes promovieron su creación era difundir la carne argentina en el exterior, donde nosotros tenemos una imagen extraordinaria. Tenemos algo mucho más potente que una marca: tenemos una imagen a nivel mundial de que la nuestra es la mejor carne del mundo, pero resulta que la liquidación de stock de estos últimos años ha hecho que no tengamos saldo exportable; apenas tenemos para comer cincuenta kilos localmente. Hoy es muy difícil promover la carne argentina en el exterior porque además los números no cierran, entonces hay cierta contradicción entre lo que podría ser el IPCVA, si hubiéramos conservado el stock de sesenta millones de cabezas y una producción cercana a los tres millones de toneladas, y lo que es hoy. De alguna manera la labor del IPCVA hoy se limita a la investigación y a la extensión, que estaban en los objetivos iniciales, pero todos sabemos que el objetivo básico era que la Argentina exportara más y que abasteciéramos a la enorme demanda que hay en el mundo. Hoy estamos fallando como proveedores internacionales.
En un mundo agropecuario altamente tecnificado y tan dependiente del “paquete tecnológico”. ¿Cómo se desempeña nuestra ganadería en este aspecto?
-En general lo que se puede decir es que la Argentina es muy buena engordando y es muy mala criando. Esto limita el potencial de producción de carne y me parece que lo va a limitar por muchos años más. Tenemos bajísimos porcentajes de destete: con veinte millones de vientres destetamos nada más que once millones y medio de terneros, lo que resulta una tasa calamitosa. Hace algunos años la Argentina era muy superior en esto, pero con el corrimiento de las vacas hacia lugares como el NEA, el NOA y con los problemas climáticos recurrentes de los últimos años, se perdió mucha productividad en la cría. Yo creo que el énfasis hay que ponerlo ahí. En el engorde tenemos una variedad enorme de posibilidades: sobre pradera, sobre campos naturales, con silaje, con grano, con reserva de forraje, pero faltan cabezas para engordar. Nuestro índice de stock a nivel nacional se va pareciendo peligrosamente al resto de Latinoamérica, que de por sí es muy malo y está muy lejos del de Australia o de EE.UU.
Finalmente le pedimos alguna reflexión o mensaje hacia quienes se mantienen firmes en la actividad…
-El productor tiene que tomar conciencia de que el daño causado es tan grande que nos va a acompañar durante mucho tiempo. El que tiene hacienda, el que aguantó, va tener una rentabilidad muy superior a la histórica pero, también los costos han crecido mucho más que cualquier índice. Lo otro que hay que tener en cuenta es que que vivimos en la Argentina, donde estamos amenazados por los cuatro costados; nuestro negocio pinta muy bien, lo que no sabemos si pinta tan bien es el desarrollo de la economía argentina. De cualquier manera nosotros hemos sacado un seguro por escasez que nos costó doce millones de cabezas. Es muy difícil que el gobierno pueda intervenir: está resignado a que estos son los valores en un mercado que está tan atomizado que es casi imposible manipularlo.